sábado, 9 de marzo de 2013

Capítulo 17: Descontrol.

 Le dolía la cabeza y estaba harto de la cargada atmósfera de la base. Las heridas que se había hecho peleando con los renegados, aún no habían cicatrizado y reclamaban que no las ignorara por más tiempo. Le ardía la piel y estaba sediento. Quería sentir como la sangre descendía por su garganta nutriéndolo y curando su cuerpo. Una exquisita sensación que necesitaba experimentar, pronto.

 Además necesitaba sentir el frío que recorría las calles de Boston calando en sus huesos, para poder despejar su mente, de toda la nueva información adquirida. La situación había dado un giro de 180 grados en un muy breve lapso de tiempo. Ni si quiera sabía que pensar acerca de Malcolm. Desde luego necesitaba poner en orden sus ideas. Pero antes saciaría su curiosidad sobre el extraño comportamiento de la pequeña oráculo que lo guiaba por los pasillos.

 -Tú y Alison no os lleváis bien- afirmó.

 Caroline lo miró desconcertada, saliendo lentamente de sus ensimismados pensamientos, pero pronto recuperó la compostura.

 -Muy observador- comentó sarcástica.

 Damon no se inmutó por el tono cortante de su voz.

 -¿Por qué?

 Caroline guardó silencio y su rostro se ensombreció.

 -No todos los hermanos se llevan bien.- respondió algo tensa, pero con una voz totalmente desprovista de emoción, sin duda tratando de conseguir el mismo efecto que su hermana menor-. Y bueno, nosotras dos somos de ese tipo de hermanas.

 -Pero no siempre ha sido así ¿Verdad?- preguntó, y por la expresión del Caroline supo que había dado en el clavo-. Estáis demasiado compenetradas, no puedes negarlo.

 Llegaron a la salida y Caroline introdujo la clave que ordenaba la apertura de la puerta. Damon frunció el ceño, lo más probable es que era que conociera todas las claves de la base y el Círculo no tardaría en darse cuenta de ello. Se preguntó cómo podría perjudicarla, qué clase de medidas tomaría Erin.

 Una suave brisa llegó hasta ellos, acariciando sus cuerpos y sacándolo de sus pensamientos. Damon se sintió agradecido por el frío, mientras su cuerpo clamaba porque saliera de caza.

 Pero antes de ceder a la necesidad, cogió a Caroline del brazo y la acorraló contra el marco de la pared, harto de su silencio. No entendía por qué le daba tanta importancia al asunto, pero a esas alturas le daba igual, quería respuestas y las obtendría.

 Caroline se quedó totalmente quieta ante él, con los ojos muy abiertos por la sorpresa y conteniendo el aire con fuerza en los pulmones.

 -¿Por qué? ¿Qué pasó para que os dividierais?- preguntó mientras veía cómo la mirada de Caroline se ensombrecía poco a poco.

 Ya no parecía verlo a él, sino que parecía inmersa en sus recuerdos. Se preguntó si ella sería capaz de responderle, pues incluso parecía que se hubiese apagado la vida en ella por culpa de su pregunta. Casi se arrepintió de haberla formulado.

 -Pues ella... digamos que ella no confía en mí- respondió, no le temblaba la voz, pero al contrario que de costumbre no le miraba a los ojos. Era más de lo que él había esperado.

 -No lo parece- dijo arrastrando cada palabra, de hecho lo que decía parecía una incongruencia.

 Caroline que hasta el momento había permanecido en una especie de trance, reaccionó como si le hubiese tirado un balde de agua fría a la cabeza. Estaba seguro que de haber podido habría retrocedido ante sus estoicas palabras. Ahora volvía a mirarlo a los ojos, pero no logra interpretar su expresión.

 -Las cosas no siempre son lo que parecen.

 Damon dedujo de la inflexión de su voz que no era el momento adecuado para presionarla más, pero no lo dejaría correr. Caroline aprovechó su silencio y se escabullo de la prisión de su cuerpo. Se colocó bien la ropa y se fue. Damon la observó mientras su figura se perdía por los pasillos. Inspiró con fuerza salió por la puerta.

 Se adentró en las calles de su ciudad. Famélico con la imperiosa necesidad de nutrir su cuerpo, y deseando apartar de su mente los vigorosos ojos azules que le retaban a cada instante.

 No tardó mucho en localizar una presa, dos jóvenes caminaban por una de las peñas callejuelas desoladas de Boston. Ataviadas con tacones y vestidos cortos, probablemente en su camino de regreso a casa. Frente a él jugaban con un tapón de alguna botella que había en el suelo, pasándoselo como si se tratase de un balón de fútbol.

Hasta él llego el sonido de sus risas y el olor amargo del alcohol. Frunció los labios en una mueca de disgusto, pero no era momento para ponerse melindroso con el sabor de la sangre. Necesitaba curarse y cuanto antes mejor. Se acercó sin hacer ruido a la más alta de las dos muchachas y se concentró en hacerle sentir su presencia.

 De inmediato la chica dejó de jugar con su amiga y ojos se clavaron en él, recorriéndolo con la mirada de arriba abajo. No le fue difícil incendiar su deseo, era algo innato en su especie.

 Desde la escasa distancia que los separaba podía oler su humedad, y eso le arrancó una sonrisa arrogante del rostro mientras daba los últimos pasos hacia su ella.

 La otra chica se acercó a su amiga con una mirada desconfiada y algo confundida por su causa.

 -Wanda ¿Le conoces?- le preguntó a la chica que seguía mirándolo con un deseo casi enfermizo en los ojos habiendo sido doblegado su espíritu.

 -¿Wanda?-marcas de preocupación surcaron el rostro de la insidiosa muchacha que se interponía en su camino.

 -¡Ven conmigo!- ordenó agarrando por las muñecas a su presa, que le sonreía con deleite por su contacto, y se dirigió a uno de los más oscuros callejones de la sinuosa ciudad.

 -¡Wanda!

 De pronto sintió que algo tiraba de la muchacha, con una fuerza insignificante pero molesta. Se dio vuelta y vio como la otra chica agarraba a su amiga del brazo y tiraba de ella con todas sus escasas fuerzas. La ira se hizo presente en él.

 -¡Wanda no puedes irte con él! Ni si quiera le conoces ¡No puedes dejarme sola! Wanda, por favor reacciona.

 Más que harto de la intervención de esa mocosa, le mandó una orden mental para que se callara y se marchara a casa, tan fuerte que poco le faltó para desintegrar su cerebro. Ella se quedó totalmente en silencio y emprendió su camino de vuelta a casa, tal y como él le había ordenado.

 Gruñó furioso consigo mismo por su pérdida del control, que tanto le caracterizaba. Sabía que para calmarse necesitaba sangre y no perdería más el tiempo. Había ignorado con éxito sus heridas estando la base del Círculo, no queriendo mostrase débil ante nadie y se había valido de sus dotes psíquicas para eso, lo que muy perceptivamente le había valido un precio. Ahora necesitaba curarse y serenarse, antes de hacer algo de lo que se pudiese arrepentir.

 Llegados al callejón atrajo a la esbelta muchacha a sus brazos y enterró el rostro en su cuello. Aspiró el aroma de la joven que para su deleite no usa colonia y sintió crecer sus incisivos. Lamió con presteza la zona más sensible de su cuello, dónde latía con fuerza su vulnerable vena. Ella se estremeció entre sus brazos y el colocó sus dientes sobre su fina piel alargando el momento esperado. La muchacha se acercó más a él haciendo que sus senos se presionaran contra su abdomen, y él la mordió con fuerza. La sangre inundó su boca y descendió por su garganta mimando su cuerpo, curando sus cicatrices y aumentando el tamaño de su miembro.

 La mujer gemía de placer y él estaba muy dispuesto a colmarla con su masculinidad. Apretó sus caderas contra las de ella y con deleite escucho como ella contenía el aire y silenciosamente le pedía más. Pero eso no fue lo único que oyó, su agudo oído identificó otro sonido, uno que no debiera estar ahí. Lo confundió en principio, pero luego llegó hasta él el olor del Círculo, y maldiciendo para sí retiró los incisivos del cuerpo de la hembra, que protestaba clavándole las uñas en el pecho. Pasó su lengua por las pequeñas hendiduras que había dejado en su cuello cerrándolas sin dejar cicatriz. No sin esfuerzo, la dejó contra la pared y le insertó la orden mental de que volviese a casa en cuanto fuese capaz de moverse.

 Se centró en sus sentidos y furioso se dirigió hacia el siguiente callejón, aquel del cuál procedía el sonido que hacía apenas un momento había calificado como errático. El sonido de la lucha. En circunstancias normales lo habría dejado correr pero quería estar al tanto de todos los movimientos de Erin, y este era quien encabezaba el enfrentamiento. No le cabía la menor duda.

 Lo encontró, en seguida en pleno combate contra dos renegados. A su pesar, admitió que acercarse allí era innecesario, pues era lo que se suponía que hacía el Círculo proteger al mundo de los renegados. Pero aún así decidió quedarse a observar su forma de lucha, tal vez algún día llegaran a enfrentarse. Mientras acaba con ambos contrincantes Damon se fijó en que Erin era zurdo y trataba de que no le tocasen el costado derecho, frunció el ceño mientras lo observaba cruzado de brazos contra una pared.

 Cuando los dos renegados acabaron yaciendo muertos en el suelo, otros cuatro aparecieron para reemplazarlos. Damon sabía que ese no era un comportamiento normal en esas desgraciadas criaturas, y no le costó entender que se trataba de una emboscada. Sin embargo, permaneció en la misma posición, muy seguro de que Erin se ofendería si osaba intervenir.

 Minutos más tarde un renegado impactó contra su pared. Despreocupado se acercó hasta este y le arrancó la cabeza de cuajo. Sin nada más que hacer se limitó a esperar y mientras lo hacía comenzó a lloviznar. La reconfortante humedad lo envolvió haciendo más amena su espera.

 Pronto Erin se colocó frente a él, y su mirada le confirmó que aquello no había bastado para aplacar su ira por completo. Damon tuvo que esforzarse por no sonreír  seguro como se sentía de que esa ira se debía más a la pequeña Cristal que a cualquier otro problema que tuvieran entre manos. No sabía a qué se debía tanta hostilidad entre ambos, pero se entretenía a su costa.

 -Tenemos que hablar- comenzó el líder del Círculo.

 Damon se limitó a asentir y ambos emprendieron el camino de vuelta a la base.

 -No me gusta está alianza- continuó al cabo de un rato. Damon estaba de acuerdo con él, le gustaba hacer las cosas a su modo, disfrutaba de su independencia  y odiaba tener que adaptarse al Círculo, pero no tenían otra alternativa y ambos lo sabían- ¿Qué vamos a hacer cuando tengamos la dichosa runa?

 -Cerrar el portal.

 -No creo que sea tan sencillo cómo desearlo.

 -Yo tampoco. Pero Cristal no ha dicho cómo tendríamos que hacerlo.

 El humor de Erin se tornó todavía más nefasto si cabía.

 -¿No te molesta depender de ella?- preguntó dejando traslucir mucha frialdad en su voz. Damon no se amilanó.

 -No tanto como a ti.

 Se hizo entre ellos un silencio cargado de una tensión que inundaba su atmósfera, mientras continuaban el curso de la siguiente calle.

 -Tengo mis razones.

 Damon le dirigió una mirada inquisitiva, pero la implacable expresión del vampiro que se encontraba su lado, le hizo saber que no debía meterse en sus asuntos. Poco después llegaron a la base envueltos en un profundo e imperturbable silencio.

 -Quiero usar una de las salas de entrenamiento.

 Erin asintió.

 -Enviaré a Luca para que te guía hasta alguna.- y acto seguido se marchó, volviendo a su mutis anterior.

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