viernes, 1 de agosto de 2014

Capítulo 22: No tan ridículos miedos.

 Dentro del coche, Dante era castigado con la dura ley del hielo. Cristal parecía abstraída mirando por la venta. Estaba muy quieta. La habría creído sumida en una perfecta clama de no ser por la forma en que apretaba los puños contra el asiento. El silencio imperante en aquel habitáculo estaba empezando a incomodarle.

 -¿Qué te pasa?

 Cristal se limitó a apartar la vista del paisaje y mirarlo con la incomprensión grabada en su rostro. El cual se encontraba excesivamente pálido, incluso sus ojos parecían ser más claros de lo habitual. Sin espera a que reiterara la pregunta volvió su mirada al frente. Volviendo a abstraerse de nuevo. Dante se preguntó si su reticencia a hablar con él se debía a que seguía enfadada por haberla mandado a la enfermería.

 -No estoy enfadada contigo- susurró.

 -Dijiste que no leías los pensamientos- replicó a la defensiva.

 -Y no lo hago, lo has murmurado en voz alta- contestó suspirando-. Solo para que te quedes más tranquilo, si mi don incluyese escuchar los pensamientos de las personas, me volvería loca. Perdería mi personalidad. Es incompatible conmigo, así que tu mente está a salvo de mí.

 Dante decidió que el silencio no estaba tan mal después de todo. Siempre acaba teniendo la sensación de que la presionaba de alguna manera. Aunque eso no disminuía su preocupación por el color cenizo que estaba empezando a adquirir su piel. Parecía más frágil que de costumbre y a su vez más distante.

Al bajar del coche se dirigieron hacia su casa con un paso muy lento impuesto por Cristal. Su rostro se descomponía un poco más con cada paso que daba. Dante incluso llegó creer que tendría que llevarla en brazos el resto del camino. Pero ella se mantuvo en pie y no le dio ningún indicio de que necesitase ayuda.

 Cuando por fin cruzaron el umbral de la puerta, el comportamiento de Cristal se volvió del todo irracional. Asombrándolo, se agarró con fuerza a la parte trasera de su chaqueta y enterró la cabeza en su espalda ocultándose de su compañera. Xena por su parte mostraba una abierta curiosidad por la pequeña, que se escondía de ella.

 Sin entender lo sucedía, la agarró por las manos y la colocó frente a ella. Para su sorpresa notó el ligero temblor en el cuerpo de la muchacha, que clavó la mirada en el suelo. Por su mente pasó la ridícula idea de que Cristal podía tenerle miedo a Xena, pero eran tan absurdo e irreal que tuvo que descartarlo al instante. No tenía sentido Xena era la criatura más dulce y bondadosa que él había conocido jamás. Además de que tan solo sobrepasaba a Cristal por un palmo. Era imposible que la pequeña se sintiera intimidada, cuando no se había mostrado así delante de Erin, ni del resto de los integrantes del Círculo. Ni siquiera frente a él o Damon. Era incomprensible.

 -Xena- la llamó aclarándose la garganta-. Está es Cristal, una de nuestras nuevas colaboradoras.- explicó a modo de presentación, sin embargo la susodicha continuaba inmóvil.- Tendrá que quedarse unos días con nosotros.

 Xena les dedicó a ambos la más cálida de las sonrisas, pero Cristal no pudo apreciarlo pues no apartaba la mirada del suelo ni por un momento. Dante decidió que lo mejor sería dejarlas solas, confiando en que ellas se las apañarían. Atrajo su compañera hacia sí, y depositó tierno un beso en su coronilla antes de subir las escaleras.

 Como reacción exagerada, en opinión de Dante, al oír su marcha Cristal dio varios pasos hacia atrás, alejándose de Xena cuanto podía. Incrédulo, desde lo alto de las escaleras decidió observar cómo se desenvolvían las cosas entre ellas.

 -¿Te  encuentras bien?

 Como respuesta recibió un leve asentimiento. Xena ladeo la cabeza observándola y con cuidado de no alarmarla dio un paso en su dirección. Luego se agachó poniéndose de cuclillas, para encontrarse con la mirada de la joven.

 -¿Qué te preocupa tanto?

 La respuesta tardó tanto en llegar que Dante creyó que Cristal no contestaría a la pregunta.

 -Tú...-susurró-. Yo no quiero hacerte daño...

 Dante frunció el ceño y se cruzó de brazos preocupado. No entendía lo que quería decir Cristal. Su compañera tampoco parecía entenderlo por lo que se tomó su tiempo para procesar aquella confesión, y permanecieron en silencio unos segundos que a él le parecieron eternos.

 -¿Por qué ibas a hacerme daño?

 -Por lo que soy y por lo que tú eres, hace poco...- el final de frase fue inaudible para la pareja.

 -¿Qué ocurrió?- preguntó Xena en suave susurro.

 -Alguien como tú me conoció, y al poco tiempo tuvieron que trasladarlo a la enfermería. Perdió el conocimiento. Eso no es bueno para nadie, y menos para una mujer embarazada. Yo no quiero hacerte daño- reafirmó temblando de pies a cabeza.

 Dante nunca la había visto tan turbada, pero ahora que comprendía su extraño comportamiento, compartía su preocupación. El don de Xena era muy parecido al de Bryan. Se reprendió por no haber previsto algo así, y únicamente reprimió el impulso de agarrar a Cristal y llevársela cuanto más lejos pudiera de su compañera, porque a través del vínculo de sangre sentía a Xena sumida en la más perfecta calma. Ella se encontraba bien, pero estaba preocupada por la pequeña oráculo que tenía frente a sí.

 -¿Cuál es tú poder Cristal?

 -Veo la vida de toda persona a la que puedo ver o tocar. Desde el momento en el que empiezan a adquirir conciencia, a veces incluso antes de que eso suceda, hasta el momento actual en el que se encuentra.

 -¿Es por eso que no me miras?

 -No, oigo tu voz. Con eso es suficiente para que empiece a ver tu vida. Se hace más lento, más molesto tal vez, pero a lo mejor te resulta más fácil a ti.

 -Yo solo siento lo que tú sientes, no lo que ves de mí o que viste de los demás.

 -Pero lo que veo me hace sentir.

 -Si, por eso te siento como si estuvieras muy lejos, como si hubiese un montón de capas que te rodearan, ocultando el sonido de tus emociones, y debajo de todo esas capas estuvieras tú. Pero no es algo dañino.

 Cristal levantó la mirada por primera vez y contempló a Xena con asombro.

 -¿Así me ves?

 Xena asintió y le dirigió una pequeña y cálida sonrisa.

 -Sí, lo ves, no me ocurre nada, estoy bien.-afirmó mientras se reincorporaba y daba otro paso en su dirección, pero Cristal todavía recelosa retrocedió un poco más.

 -Él también estaba bien hasta que me tocó.

 -¿Él?

 -Sí, un vampiro.

 Xena guardó silencio durante unos instantes. Dante temía que aquello removiera dolorosos recuerdos de su pasado y ella rompiese en llanto, no soportaba verla tan triste.

 -Una vez conocí a un vampiro, que superó la sed de sangre, después de matar a su compañera. Tras el dolor del enlace de sangre roto, recuperó la conciencia y con el tiempo superó la adicción. Claro que ya no era el mismo, era otro, diferente. Era como si estuviera roto en lo más profundo de su ser. Sus ojos cambiaron de color y se volvieron rojo sangre, como el deseo que lo había llevado hasta ese punto de su vida. Un cruel recordatorio de lo que había hecho, de lo que había sido.

 "Entonces desarrolló una extraña peculiaridad. Como si su mente estuviera tan rota como su alma, sentía todo lo que sentían aquellos a los que tocaba. Pero no lo hacía como yo, para mi es algo natural pero para él era como una invasión. Lo que recogía entraba en él y lo sentía como propio. Yo lo veo como algo ajeno. Y un tú caso todavía más. No me harás nada te lo prometo.

 Finalizado el relato, que la propia Cristal habría visto en versión extendida, acabó con la distancia que las separaba. Para espanto de la pequeña cuyo rostro adquirió un color cenizo, estrechó una de sus manos. A pesar de la explicación previa y la plena confianza que le tenía en su compañera Dante se tensó. Pero nada sucedió y Xena pudo dedicarle a Cristal una sonrisa de total satisfacción.

 -¡Lo ves!- exclamó con alegría.

 -Yo... siento lo de tus padres- murmuró Cristal, que apenas empezaba a destensarse.

 -Eso pasó hace mucho tiempo, no vale la pena seguir lamentándolo.- replicó con dulzura.- ¿Te encuentras bien?- volvió a preguntar.

 -S-Si...-tartamudeó todavía nerviosa.

 -¿Crees que necesitas una tila?

 Cristal asintió con ansia, y sus tripas rugieron con fuerza. Lo que la hizo enrojecer de inmediato.

 -Lo siento mucho- barbotó avergonzada.

 Xena soltó una risita encantadora. Dante intuyó entonces que ambas se harían grandes amigas, en el breve tiempo que Cristal pase con ellos.

 -¿Tienes hambre?

 -Sí, bueno es que mis hermanas y Violeta son buenas personas, pero no buenas cocineras- admitió cohibida Cristal.

 -Bueno esperemos que te agrade mi comida entonces.

 Y eso fue lo último que Dante escuchó antes de recorrer el camino hacia su habitación.